Ser célebre no es nada hermoso
Boris Pasternak
Ser célebre no es nada hermoso
lo que eleva al hombre no es eso
no se trata de conquistar distinciones
no se trata de temblar sobre manuscritos
El fin de la creación es el don de uno mismo,
no son el ruido ni el éxito
es deshonroso, cuando no vale gran cosa
querer ser siempre una leyenda
Hay que vivir sin usurpación,
vivir de tal modo que al fin
se conquiste el amor de las gentes
y se escuche la llamada del porvenir
Hay que dejar ciertamente, blancos,
más no en el papel, sino en el destino
personal, señalar los márgenes
con los crueles y capítulos de la vida
Hay que abandonarse al olvido,
ocultar los pasos en él,
como se oculta el paisaje en la bruma
cuando, de pronto, ya no se ve nada
Otros seguirán tu huella viva, otros
andarán tu camino paso tras paso
pero entre la derrota y el triunfo
no eres tú quien distinguirás
No, no hagas el menor gesto
para renegar de tu propio rostro
tu deber es seguir vivo, vivo,
seguir, solamente vivo hasta el fin.
A solas
Alfonso Reyes, Río de Janeiro, 1938.
Prefiero, para pensarte,
la soledad donde reinas,
tan altamente radiosa
que la empaña tu presencia.
No creí que llegaría,
vencida toda la fuerza,
a ceñirte con mis ansias
mejor que con mis cadenas.
Chispa en el vuelo captada,
sagrada cosa ligera,
te mudas para vivir
de constancia y transparencia.
Dulce fuego ya, perduras;
por los sentidos te entregas,
y asciendes luego a la cumbre
donde te asfixias de ilesa.
¿Qué sortilegio rompió
esta natural corteza?
¿Quién desató las amarras
que te tenían sujeta?
En vértigo superior,
toda giras, toda vuelas,
en mi sueño angelicada,
más cerca de tí, más cierta.
Más cerca de mí. La duda
que el filósofo aconseja,
si no te forjé yo mismo
a mí oido cuchichea.
Y en el agudo argumento
que la duda desmadeja,
me voy desangrando a solas
y otra vez solo me dejas.
A solas
Alfonso Reyes, Río de Janeiro, 1938.
Prefiero, para pensarte,
la soledad donde reinas,
tan altamente radiosa
que la empaña tu presencia.
No creí que llegaría,
vencida toda la fuerza,
a ceñirte con mis ansias
mejor que con mis cadenas.
Chispa en el vuelo captada,
sagrada cosa ligera,
te mudas para vivir
de constancia y transparencia.
Dulce fuego ya, perduras;
por los sentidos te entregas,
y asciendes luego a la cumbre
donde te asfixias de ilesa.
¿Qué sortilegio rompió
esta natural corteza?
¿Quién desató las amarras
que te tenían sujeta?
En vértigo superior,
toda giras, toda vuelas,
en mi sueño angelicada,
más cerca de tí, más cierta.
Más cerca de mí. La duda
que el filósofo aconseja,
si no te forjé yo mismo
a mí oido cuchichea.
Y en el agudo argumento
que la duda desmadeja,
me voy desangrando a solas
y otra vez solo me dejas.
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