lunes, 28 de julio de 2014

My love: Oscar Wilde

Las personas más mecánicas, para quienes la vida es una especulación sagaz supeditada a los cálculos exactos de medios y caminos, siempre saben a donde van y no dudan en ir. Parten del deseo de ser el sacristán de la parroquia y cualquiera que sea la esfera en donde se encuentran situados, logran ser el sacristán y nada más. Un hombre cuya ambición sea ser algo aparte de sí mismo, ser miembro del parlamento, comerciante próspero, juez o cualquier estupidez semejante, de todas todas logra lo que quiere ser. Ese es su castigo. El que quiere una máscara tiene que llevarla.
Sin embargo con las fuerzas dinámicas de la vida, y aquellos en quienes en fuerzas dinámicas se encarnan, no ocurre lo mismo. Las personas cuya ambición es sólo la autorrealización no saben a dónde van. No lo pueden saber. En un sentido de la palabra es necesario indudablemente, como decía el oráculo griego, conocerse a uno mismo, ése es el primer logro del conocimiento. No obstante, reconocer que el espíritu de un hombre es inescrutable es el logro último de la sabiduría. El misterio final es uno mismo.
Óscar Wilde, en De Profundis.

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